A día de hoy, uno de los ejemplos más evidentes de la repercusión de las actividades humanas en estas maltratadas tres cuartas partes del planeta son las basuras marinas, un problema con historia que viene a reconocerse ahora que nos afecta en el plano económico. Miramos al mar y sentimos una enorme sensación de libertad e inmensidad. Nuestra vista nunca alcanza realmente el horizonte y tampoco llegamos a ver sus profundidades. Quizás precisamente por aquello de ‘ojos que no ven, corazón que no siente’ nos tranquiliza la desafortunada idea de que los océanos pueden con todo.
Si bien podríamos hablar de los océanos como la gran farmacia del mundo, no hacemos sino atentar sobre su salud, y por ende, sobre la nuestra. Es bien sabido que actúan como pulmón del planeta y que son esenciales para su equilibrio. Producen la mitad del oxígeno que respiramos y nos despejan con su brisa, pero también soportan todos nuestros malos humos: constantes emisiones de CO2 que enturbian una de las principales fuentes de recursos y de energías limpias con las que podríamos contar.
Los océanos regulan el clima del planeta, aunque nos suene a teoría de libro de meteorología. Sin embargo, a costa de nuestro desenfrenado ritmo de consumo sus aguas se están calentando, eutrofizando, acidificando. Esto provoca, entre otras consecuencias, el blanqueamiento de los corales, la expansión de zonas muertas, y la drástica reducción de poblaciones de infinidad de especies que apenas nos ha dado tiempo a conocer.
Reciben nuestra contaminación por aportes y vertidos desde tierra sin criba ni vergüenza, provocando el deterioro progresivo de la calidad de las aguas costeras y poniendo en serio peligro los ecosistemas litorales. No se queda atrás nuestro afán de pescar por encima de las posibilidades de los stocks, saltándonos la ética que conlleva el uso de modalidades de pesca más selectivas y sostenibles, que generan un menor impacto ambiental y un mayor beneficio social.
A día de hoy, uno de los ejemplos más evidentes de la repercusión de las actividades humanas en estas maltratadas tres cuartas partes del planeta son las basuras marinas, un problema con historia que viene a reconocerse ahora que nos afecta en el plano económico.
A pesar de esta evidente e innegable degradación de nuestros océanos y de la ubicuidad de las basuras marinas en el medio marino y litoral, hoy celebramos su ‘día mundial’. Y celebramos que cada vez son más las voces que señalan como solución la lucha contra el problema en su origen. Desde la comunidad científica, la parte gestora, la medioambientalista, así como desde los sectores industriales o la propia ciudadanía, se están dando importantes pasos en la búsqueda de soluciones.
En este caminar, debemos apostar por una economía del plástico más circular, aplicando el principio de las 6Rs (¡siempre empezando por Reducir!) e impulsando la introducción de sistemas de depósito y retorno de envases. También como consumidoras y consumidores podemos incorporar muchos cambios fáciles en nuestra rutina diaria que podemos aplicar para ‘desengancharnos del plástico’.
Este año, para conmemorar el Día Mundial de los Océanos, os lanzo una actividad denuncia sobre la situación actual de los océanos. Contribuye a visibilizar la realidad ambiental cubierta bajo el manto azul de las olas.
1. Realiza un informe con la situación del océano en la costa de tu provincia o comunidad. Deberás incluir datos de contaminación, sobreexplotación, perjuicios para el medio ambiente y el consumo de alimentos, destrucción del fondo marino, etc...
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